Sao Paulo recibe su carnaval al ritmo de samba
En el país con mayor número de católicos del mundo, la fe se toma su fiesta más representativa.
El carnaval de Sao Paulo abrió este sábado sus puertas al mundo y lo hizo rendido a los pies de la virgen de Aparecida, la patrona del país, quien, como recordó un samba, lleva 300 años llenando de "amor y fe el corazón del pueblo brasileño".
La escuela Unidos de Vila María dedicó su desfile a la "reina de Brasil", el principal icono de la fe religiosa brasileña y cuya estatuilla, cuenta la leyenda, fue hallada por un grupo de pescadores hace tres siglos en las aguas del río Paraíba do Sul.
Esa fue la primera escena del desfile, el cual inundó de dorado y azul los 530 metros del sámbodromo de Anhembi, proyectado por el arquitecto Óscar Niemeyer, mientras el público expresaba desde las gradas su devoción por la virgen negra.
Tras los pescadores, una carroza con una enorme figura de barro de Nuestra Señora Aparecida dio paso a la sección de las "baianas", siempre compuesta por mujeres vestidas con las tradicionales ropas del estado de Bahía y al que le sumaron el imponente manto azul de la virgen.
Detrás de ella llegaron los ángeles, los mensajeros de la paz y el "pueblo", todos ellos con la alegría del carnaval estampada en sus rostros, mientras miles de personas entonaban a pleno pulmón el estribillo del "enredo" (tema): "¡Oh, señora! ¡Oh, señora! Saca a relucir tu manto azul bordado en oro. La bendición de vivir tu gloria".
En el país con mayor número de católicos del mundo, la fe estuvo presente desde el comienzo de la noche, cuando la escuela Tom Maior abrió el espectáculo con un homenaje a la cantante Elba Ramalho, unos de los principales iconos de la música brasileña de los años 80 y representante de los ritmos "baianos".
Radiante, la artista llevó consigo el folclore del nordeste brasileño, sus ritmos, sus tradiciones y sus intensos colores, los cuales contrastaron con los tonos marrones de aquellos trajes que evocaban la sequía que castiga el interior de esa región.
El séquito de Elba Ramalho se entregó de principio a fin: entonó con garra la canción del "enredo", sudó, empujó las enormes carrozas y bailó sin cesar, incluida la despampanante danzarina de samba que movió sus pies y su alma a pesar de tener un dedo roto y una bota ortopédica.
Diez minutos después del primer desfile, Mocidade Alegre se abrió paso con un espectáculo en el que repasó los cincuenta años de historia de la escuela, marcados por la "lucha", la "fuerza" y la "unión".
"A morada do samba" (la casa del samba), como la congregación es llamada así misma, revisó su historia y la de la propia humanidad, empezando por la Roma Antigua, representada por una carroza de enormes proporciones en colores dorados.
Después la "madre África" irrumpió en la pasarela del samba de la mano de Académicos de Tatuapé, vigente vicecampeón del carnaval paulista, que realizó un viaje por Zimbabue, la "tierra de oro".
Más tarde, el carnaval saltará de continente con Gavioes da Fiel y regresará a América, concretamente a la ciudad de Sao Paulo, "lugar de sueños, oportunidades y esperanzas" levantadas por millones de inmigrantes a lo largo de sus 463 años.
Los Académicos do Tucuruvi, por su parte, convertirán el sambódromo en el "palco" de los artistas callejeros, mientras que Águia de Ouro pondrá el broche final a la primera noche de desfiles paulistas con un homenaje al mejor amigo del hombre, el perro.
Las escuelas de elite de Sao Paulo desfilan el viernes y el sábado, al tiempo que las del Grupo de Acceso, una especie de "segunda división", lo hacen en Río de Janeiro; el domingo y el lunes se invierte el protagonismo, con el Grupo Especial carioca y las aspirantes paulistas.
Durante los cuatro días las escuelas de todo Brasil pondrán en marcha la máquina del carnaval, un engranaje que empieza a ser ideado año tras año con la resaca del último desfile.
EFE - Alba Santandreu